Apretar la soga a desempleados, requisito para que PIGS perciban fondos UE
Carlos Magariño Rojas
Las «políticas útiles» que eran un «escudo social» que nos «salvaba de la derecha» progresan adecuadamente en su verdadera finalidad: esquilmar a la clase trabajadora en la lógica de permanente acumulación de capital para beneficio de las grandes empresas y fondos de inversión.
Si ya gozamos momentos históricos como el «cambio de paradigma» en el sector de la vivienda, o en los servicios de electricidad o gas, o en los precios de los productos básicos de la compra, toca ahora cebarse también con las ayudas sociales. Y así, el Gobierno advierte que se quitarán las subvenciones a los desempleados que no acepten las ofertas laborales que se les propongan o no tomen los cursos ofrecidos o no realicen lo que consideran búsqueda activa de empleo. Y esto es un requisito indispensable que la UE exige a los países que quieran percibir el maná de los fondos europeos. Es un pacto reciente con Bruselas.
Las armas para las guerras de la OTAN no se van a pagar solas. Y no tendría sentido cargar el gasto a las grandes empresas si son precisamente ellas las que fomentan para su interés estas guerras. Para eso está la clase trabajadora.
Desde el desarrollo del socialismo científico es sabido que la sociedad capitalista se nutre de esquilmar a la clase obrera y que el proceso de acumulación de capital necesita que haya empleados impelidos a vender su fuerza de trabajo, pero también un reservorio de desempleados. En el capítulo XXIII de El Capital, Marx explica que la sobrepoblación obrera es el producto necesario de la acumulación de la riqueza sobre una base capitalista, esta sobrepoblación se convierte en condición de existencia del modo capitalista de producción. Constituye un ejército industrial de reserva a disposición del capital, que le pertenece a éste tan absolutamente como si lo hubiera criado a sus expensas.
Sin embargo nuestros «socialistas» del Gobierno -y sus adláteres sumatorios o podemistas- viven en el siglo XIX e instalados en el socialismo utópico (en el mejor de los casos). Por ahorrar lectura, enumero en resumen algunas consecuencias de esta nueva perrería a la clase trabajadora:
Si para el capital los trabajadores somos mercancías de usar y tirar, para los gestores parlamentarios del capitalismo no somos más que números a manipular en sus estadísticas. Observen que para los datos de población desempleada cuentan los que hayan trabajado al menos una hora en las últimas semanas (variables sugeridas por la OIT y que la UE sigue en sus planes estadísticos) pero no cuentan como desempleados a quienes simplemente se aburrieron de hacer búsqueda en la farragosa burocracia pública -¡aunque desearían tener un empleo!- ni tampoco a los que trabajan a tiempo parcial pero desarían hacerlo a tiempo completo (variables U5 y U6). Ahora bien, para rechazar subvenciones sí los tendrán muy en cuenta.
La UE supedita el cobro de los fondos Next Generation al cumplimiento de estos pactos, que se convierten en verdaderos ataques a los trabajadores y en especial a los más indefensos. Hace dos días, Kristalina Georgieva, directora del FMI, instaba a los gobiernos de España, Francia e Italia a «abrocharse el cinturón» y a acometer esos ajustes presupuestarios -léase recortes- que son maquillados con eufemismos como mercado de trabajo dinámico, resiliente e inclusivo (sic).
En Grecia ya disfrutan de una ley que legaliza jornadas laborales de hasta 13 horas al día y 78 horas a la semana y exime a la patronal de la obligación de pagar horas extra. En Italia, donde la presión de la deuda pública es mayor incluso que en España, Meloni aplica ya medidas similares contra desempleados (sueño húmedo de empresarios, obligar a aceptar cualquier oferta, compartido por cierto con el líder de UGT). Toca ahora el turno español si quieren recibir los fondos UE.
Curiosamente, esos fondos Next Generation, el pacto de recuperación firmado por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, beneficia principalmente a las grandes empresas. Según analistas, las grandes compañías son las agraciadas con el 70% de esos fondos millonarios, solo una parte llega a las pequeñas empresas y otra pequeña parte a las administraciones regionales o locales.
De todo ello se desprende una clara conclusión. Se trata de una vuelta de tuerca más a la acumulación de capital. Los Estados bajo el yugo de la UE -sucursal europea de la Alianza Atlántica- han vendido la soberanía de sus pueblos, en especial los más indefensos como es el caso de los desempleados, a los intereses de los fondos de inversión, cuyos privilegiados accionistas se nutren de los obscenos beneficios de las grandes empresas.
Nótese que para rescatar bancos o enviar dinero a guerras (guerras y genocidios en los que el pueblo europeo no desearía jamás estar) sí hay dinero, el que haga falta. Esto es así porque quienes lo pagarán serán siempre los mismos, los trabajadores y trabajadoras. ¿Hasta cuándo será así? Pues será interesante ver cuánto aguantan los más pobres sin salir a quemar las calles si les retiran de los 480 euros que ya no daban ni para realquilar una habitación y hacer una compra mensual de comida.
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