El sustrato histórico en la dinámica china
Visión de China (9)
Juan López Páez
Área China CEFMA
Para acercarnos a la caracterización de la dinámica de las relaciones internacionales promovidas por China, tenemos que partir del sustrato histórico que subyace en la visión de la gobernanza china contemporánea. Cómo se ha constituido históricamente la relación entre China y sus vecinos nos dice mucho de la forma en la que el país asiático construye actualmente sus relaciones internacionales.
En este marco, es interesante recuperar los escritos de Xún Zǐ (荀子) (313-238 a.C.), para analizar la jerarquía entre los Estados. Este autor sostenía que a los estados más poderosos les corresponde una responsabilidad extra para mantener el orden interestatal y afirmaba que el poder del emperador (como representante del Estado) podía manifestarse de tres maneras distintas: la tiranía, la hegemonía y la autoridad humana.
La tiranía (暴君, bàojūn) refiere a un estado en el que un gobernante ejerce un control absoluto y opresivo sobre su pueblo, utilizando la fuerza militar, por lo que sostenía que esta forma de poder opresivo era contraria a la naturaleza humana y al orden moral, y que los tiranos eventualmente enfrentarían la desaprobación y la resistencia de sus súbditos.
La hegemonía (霸, bà), a diferencia del poder tirano, consiste en mantener un nivel mayor de moralidad a través de la virtud y la justicia (en el sentido de no traicionar a su estado y sus aliados), pero siempre implicaba el dominio o la supremacía de una nación o estado sobre otros.
La autoridad humana (王, wáng), en tanto, es el estadio más alto de poder de un estado, y se caracteriza por tener un fuertísimo poder moral de los gobernantes, en donde el líder cumple con un papel activo en establecer las normas interestatales, generando cambios en el sistema de las relaciones con otros estados. La autoridad debe estar respaldada por un sistema de gobierno justo y eficiente, que promueva el bienestar común y la armonía social.
El concepto de “armonía” (和, hé), en este sentido, se vincula con la idea confuciana de construir un nuevo tipo de relaciones entre Estados que no sea conflictiva, no confrontativa, basada en el reconocimiento de la diversidad que caracteriza a la humanidad (una idea muy distinta a la “universalidad” propuesta por Occidente), el respeto mutuo y la cooperación de beneficio compartido, que promueva la afinidad, sinceridad y tolerancia, y que fomente un sentido de comunidad.
La idea de Tiānxià (天下), definido rápidamente como “todo lo que está bajo el cielo”, sostiene que las soluciones a los problemas de la política mundial dependen de un sistema mundial universalmente aceptado y no de la fuerza coercitiva; por otro lado, dicho sistema está justificado en términos políticos si sus acuerdos institucionales benefician a todos los pueblos de todas las naciones; y, por último, dicho sistema funciona si genera armonía entre todas las naciones y las civilizaciones.
Una comunidad de destino compartido para la humanidad
La gobernanza china presentó hace diez años el concepto de “comunidad de destino compartido para la humanidad”, una idea que intenta mostrar la visión actual de China sobre el orden internacional deseable para el mundo. Dicho concepto ha sido incorporado a los Estatutos del Partido Comunista de China, en el cual se sostiene que el impulso de la creación de la comunidad de destino de la humanidad y la construcción de un mundo armonioso caracterizado por la paz duradera y la prosperidad para todos son objetivos prioritarios para la etapa actual de la humanidad.
La idea de “comunidad” recupera la antigua tradición china de la familia como núcleo básico de la sociedad, por lo que entiende que el mundo es una gran familia con capacidad de convivir armónicamente. Las relaciones en el ámbito internacional son concebidas como relaciones de igualdad (no solo jurídica, sino igualdad práctica). La “comunidad” se refiere al conjunto de los estados, pequeños y grandes, que coexisten pacíficamente entre ellos a través de valores comunes inspirados por los países líderes en cuanto responsables del orden internacional, respetándose y ayudándose mutuamente. Dicha “comunidad”, sin embargo, no está constituía solamente por Estados nacionales (una territorialidad sumamente reciente), sino sobre todo por civilizaciones y pueblos que ocasionalmente se organizan en Estados, pero que los trascienden.
Por otro lado, el “destino compartido” señala que, en un mundo interconectado y globalizado, en donde “en lo mío hay algo tuyo y en lo tuyo hay algo mío”, las relaciones deben promover el beneficio mutuo y compartido (cooperación ganar-ganar). Es decir, a nivel internacional, no hay múltiples Estados con destinos independientes unos de otros, sino que existen diferentes actores con un solo destino compartido. Si una potencia promueve la guerra y la confrontación, el orden internacional en su conjunto será inestable y la humanidad no podrá prosperar.
Por último, la idea de “humanidad” tiene una doble connotación. Por un lado, la gobernanza china refiere a la humanidad como una totalidad compuesta por Estados, pueblos y civilizaciones heterogéneas, con capacidad de convivir de forma armónica. Es decir, la “comunidad de destino compartido para la humanidad” es una noción que trasciende las relaciones entre Estados e incorpora la vinculación entre la multiplicidad de pueblos, civilizaciones y creencias que se extienden a lo largo del mundo. Pero, además, la idea de “humanidad” retoma a una concepción “pueblocentrista” del pensamiento chino, que pone al ser humano y su prosperidad material y espiritual en el centro de las políticas gubernamentales.
Mediante la noción de la “comunidad de destino compartido para la humanidad” la diplomacia china intenta presentar un conjunto de nuevos principios que guíen el orden internacional, y que reemplacen la concepción occidental impuesta luego de la Segunda Guerra Mundial.
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